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por una sonrisa

-Buen día, señor.
-Buen día, ¿qué desea?
-Deseo comprar una sonrisa.
-Mire, no sé si nos quedan, se agotan con rapidez.
-Cualquiera, nada especial, una sonrisa común y corriente.
-No, señor, no tengo, sólo me queda algún gesto de satisfacción, quizás una carcajada perdida.
-Qué lástima. Disculpe el atrevimiento pero ¿podría fijarse si no quedó una sonrisa entre otros artículos, o en el depósito? Quizás se mezcló entre unos ojos asombrados o una frente sin preocupaciones.
-Sí, me fijo. Pero tal como anda todo es un bien más que escaso.
-Gracias, amigo. Sucede que no puedo seguir así. Siempre la tristeza y la pena dibujadas en la cara. Necesito una sonrisa. Es una emergencia.
-Lo entiendo. Su tez muestra elocuentemente cuánto la necesita. Trataré de encontrar alguna.
-Nuevamente gracias.
El vendedor revuelve frentes sin preocupación, muestras de satisfacción, gestos de aprobación, carcajadas perdidas, infructuosamente.
-Lo lamento, no me queda nada. Y lo peor es que hace como un año que no entregan de fábrica.
-Qué desgracia. Cada vez que me encuentro con esta amarga cara en el espejo, un par de lágrimas van buscando el cauce de una boca siempre austera, siempre dura.
-¿No probó haciendo ejercicios, relajando los labios?
-Ya intenté todo. A veces, cuando la crisis es muy severa, me pego dos cintas transparentes que levantan los extremos de la boca.
-¿Y le dio algún resultado?
-Pura apariencia. En el fondo es igual que siempre: el alma rota y el corazón en terapia intensiva. ¿Definitivamente no tiene sonrisas?
-Definitivamente. Pero quizás pueda intentar en la casa Segundamano, aunque no tienen originales como las nuestras. Somos distribuidores exclusivos, pero tal vez encuentre alguna sonrisa de ocasión.
-¿Sonrisas de ocasión?
-Sí, sonrisas de ocasión o de segunda mano. Son sonrisas que vendimos nosotros como originales y el titular encontró el amor de la vida, el sueño anhelado, el camino de ilusión, el premio más esperado, la dama de labios rojos. Y así, al tener una risa propia, auténtica, de esas que nacen en el alma y anidan en el corazón, revenden la nuestra que aunque muy buena no puede competir con la auténtica.
-¿Y dónde queda ese negocio?
-En Lanús. En la primer cuadra de la avenida Nueve de Julio. Quizás allí tenga suerte.
-Gracias por el dato.
-De nada, fue un gusto.

Cara de pena se va hasta Lanús, encuentra la avenida Nueve de Julio y en la primera cuadra un pequeño local anuncia venta de sonrisas de ocasión, gestos de satisfacción, carcajadas perdidas. Un año de garantía. Decide entrar.
-Buenas tardes, señor.
-Buenas tardes.
-Mire, yo estoy buscando una sonrisa de segunda mano o de ocasión.
-No, lo lamento. Sonrisas no me quedan. Se agotaron hace tiempo. Nadie viene a vendernos las originales. Antes compraba cuatro o cinco por día, sonrisas casi nuevas, originales recién sacadas del horno, pero desde hace mucho la venta se paró.
Compro una de vez en cuando. El negocio va mal, estoy pensando en cerrar. Si quiere le puedo vender un buen gesto de satisfacción. Está en oferta.
-¿Me lo deja ver?
-Sí, señor, ahí lo traigo.
-Veré si me sirve.
-Aquí está. Lo tengo en doble caja para que se conserve bien. Este es. ¿Qué le parece?
-Bastante bien, puede ser. ¿Lo puedo probar?
-Cómo no. Pase al primer probador.
Cara de pena pasa al probador.
-La verdad, bastante bien. Algo es algo. Al menos me libera de esta insoportable cara de culo. Bueno, me lo llevo.
-¿En tarjeta o efectivo?
-¿Cuánto cuesta?
-Cinco mil pesos
-¡Cinco mil pesos!
-Por la escasez. Y le estoy haciendo un veinte por ciento de descuento.
-Bueno. ¿Con tarjeta puede ser en tres pagos?
-Sí, ningún problema.
A punto de concretar la operación, entra al negocio un hombre cincuentón, alto y de ojos brillantes, sonrisa impecable, que con voz de trueno dice:
-Vengo a vender esta sonrisa original.
¡Bingo!, pensó Cara de pena. Muerto de curiosidad preguntó al extraño:
-¿Por qué la vende?
-Porque luego de tantos años de sequía encontré al amor de los amores. Querer de la adolescencia, esos que nunca se olvidan. Hermosa, seductora, recién divorciada. Encuentro casual, abrazos, lágrimas, toda la emoción. Ya vivimos juntos. La semana que viene nos casamos.
-¿Y qué tal la sonrisa que vende?
-Una maravilla. Me dio innumerables satisfacciones, me cambió la vida. Antes de ella era un despojo. Después todo fue distinto conocí la esperanza y ahora la hermosa y nuestro amor me devolvió la sonrisa auténtica.
-¿Cuánto me da por la sonrisa original? -preguntó el extraño al vendedor.
-Déjeme revisarla.
-Está en perfectas condiciones.
-Sí, sí, está muy bien. Le doy cinco mil pesos.
-Hecho.
-Aquí tiene el dinero.
-Buenas tardes. Suerte para los dos -dijo el extraño y se marchó ostentando su espléndida sonrisa auténtica.
-Esa es mía -dijo Cara de pena.
-Si puede pagarla.
-¿Y cuánto cuesta?
-Veinte mil pesos.
-¡Es un robo!
-No. Es una sonrisa espléndida y le estoy haciendo precio.
-¿Y cómo la pago?
-Al contado, por supuesto.
-No tengo ese dinero encima. Recién mañana a la mañana puedo sacar dinero de la Caja de Seguridad. Resérvela.
-No puedo. El precio de esta joya es de treinta mil pesos. Si alguien viene antes que usted no puedo perder el negocio. A usted se la dejo a veinte mil porque me cae bien y porque esa cara muestra toda la tristeza del mundo. En verdad me ha conmovido a la vez que impresionado. Nunca había visto una cara de pena como la suya.
-Por favor. No me la venda.
-Reitero que eso no se lo puedo asegurar.

Cara de Pena no durmió en toda la noche. A las siete de la mañana estaba en
el banco, retiró el dinero y aceleró hasta Lanús. Cuando llegó, el negocio todavía estaba cerrado. Esperó ansioso, las horas pasaban y nada. Nunca su cara de pena mostró tal desconsuelo. Estaba por retirarse cuando vio llegar agitado al vendedor.
-Discúlpeme. Se me hizo tarde. Nadie vino a comprarla. La sonrisa es suya.
De gusto casi se le dibuja una sonrisa auténtica. Pero no, fue sólo una ilusión.
- Bueno, aquí tiene su sonrisa. Pruébela.
-Se la colocó, se miró en el espejo y ¡no lo podía creer! Cara de Pena había desaparecido. Volvía a ser Juan. Un sonriente Juan.
-¿La lleva?
-¡Por supuesto! Aquí está el dinero.
-Se la pongo en la caja.
-No, la llevo puesta. ¡Es espectacular!

Salió a la calle. El alma comenzó a reclamar acción. El corazón recuperó su ritmo normal. Una bella morocha de ojos de cielo pasó a su lado, lo miró, Juan se animó con un piropo: ¡Pedacito de sol en primavera! La bella agradeció con una maravillosa sonrisa auténtica. Tras ella fue Juan.
-¿Cómo te llamas?
-Marisa ¿Y vos?
-Yo, Juan. Tus ojos me atraparon.
-Y a mí tu sonrisa tan agradable.
-Te cuento un secreto. Estoy orgulloso de ella. Si no sonrío se me rompe la cara.

2 comentarios:

  1. Venía bien el cuento, hasta que Juan le dice a una mina "¡Pedacito de sol en primavera!" y la mina le da bola... eso sí que es ciencia ficción!

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  2. alejandra daniela15 de julio de 2010, 9:11

    Para Hugote: Ya no quedan hombres capaz de decir "¡Pedacito de sol en primavera!" Eso es lo que pasa, ahí está la ciencia ficción del cuento.

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