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de ocasiones y ladrones

Marcos había perdido las esperanzas de llegar a buen puerto en su matrimonio con Graciela. Lo había intentado todo, desde la sorpresa de ese regalo especial hasta la cena en el mejor restaurante, escapadas a lugares de arena blanca y mar transparente, el auto reclamado mil veces para moverse sin depender de las obligaciones de su marido, pero todo había sido en vano. Marcos era para Graciela un mueble más de la casa, cuando estaba; horas mirando televisión sin dirigirle la palabra y tratando de evitar su mirada de manera manifiesta. Marcos estaba seguro de que, por algún ignorado motivo, su esposa lo odiaba con toda el alma.
Un encuentro casual con una pareja amiga del colegio secundario sirvió para aliviar tanta tensión. Incluso esa noche de regreso a casa, habían pactado intentar una reconciliación en la siguiente noche. Graciela, con varias copas de más, dibujó en su discurso la escenografía del reencuentro: una copa al regresar Marcos del trabajo, una cena con velas y después todo el amor, como antes, como hacía tanto tiempo.
La noche en cuestión, Marcos dejó el automóvil en el garaje, accedió a la casa por la puerta principal y...nada. Como siempre, como cada noche, la rutina de prepararse un par de hamburguesas en la plancha, una copa de vino blanco y a acostarse sin hacer ruido para que la señora no se despertara.
Harto y con toda la bronca del mundo se sirvió un generoso vaso de whisky, se acomodó en el sillón más amplio del living decidido a pasar allí la noche.
Apenas se estaba acomodando desistió. Iría a dormir junto a Graciela, nada más que para que se sintiera molesta.
No obstante respetó las reglas, silencioso como un gato se quitó la ropa y en un instante las sabanas del lecho conyugal fueron su cobijo. Mientras acomodaba la almohada, una agradable caricia en la nuca seguida de un tierno beso en el cuello fueron inesperadas y bienvenidas sorpresas. La reconciliación tan esperada se hacía realidad. El abrazo no se hizo esperar y una noche de caricias y todo el amor finalmente fue.
Marcos ingresó en sus sueños con una olvidada sonrisa. Durmió profunda y plácidamente.
En la mañana, apenas abrió los ojos, se sentó en el borde de la cama mientra decía:
-Bárbaro, Negra, una noche como nunca. Ya voy a hacer unos mates y planeamos el día. ¡Todo el domingo es nuestro!
-¿Qué?... ¿Qué pasa? -respondió una voz extrañamente ronca.
Marcos se dio vuelta y para su sorpresa a su lado no estaba Gloria, su esposa, la Negra, sino Marisa, una rubia espectacular, amiga íntima de su esposa, que lo miraba con un gesto toda travesura.
-¡Marisa! ¡Que hacés acá! -exclamó Marcos, absolutamente confundido.
-¡Que hicimos acá!, querrás decir -apuntó burlona Marisa.
-Bueno, como sea. ¿Por qué no está Gloria? -preguntó Marcos.
-Porque Gloria se fue con un tipo del trabajo. Dijo que no la esperaras, que no volverá jamás.
-¡Pero no puede ser! -se lamentó Marcos-. Y vos, ¿cómo te atreviste? ¿Por qué no me dijiste?
-Porque siempre me gustaste. La ocasión hace al ladrón y no me equivoqué. ¡La pasé bomba! ¿Y vos?
-Yo también. ¡Como nunca! Pero creía que eras Graciela -apuntó Marcos.
-Graciela ya no está, se cansó de meterte los cuernos. ¡Aquí y ahora estoy yo! Marisa, que te ama sin reparos y tiene toda la intención de ampliar algunos detalles que quedaron pendientes anoche.
-Mirá, Marisa, en verdad no sé.
-¿No sabés qué? -preguntó temerosa Marisa.
-¡No sé si me va alcanzar todo el domingo para agotarme de placer! -añadió un eufórico Marcos.
El lunes a primera hora, sometido por los brazos de Marisa, Marcos llamó al trabajo diciendo que estaba con mucha fiebre, que lo disculparan por un par de días, que se sentía algo débil, que el miércoles ya estaría recuperado y que si seguía con la temperatura elevada avisaba.

1 comentario:

  1. Y Graciela se fue con el coche, haciéndole pito catalán a Marcos.
    Importante para todos: encender la luz antes de acostarse. Las sorpresas pueden ser catastróficas.

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