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por ambición

Alicia estaba quebrada por su adicción al juego. Las maquinitas eran más fuertes que su voluntad y a pesar de la suma importante que le enviaba puntualmente su ex esposo, Juan, y la ayuda de algún hijo ya a mitad de me,s tenía que andar pidiendo fiado en los comercios del barrio pues el monedero vacío, ausente de cualquier residuo dinerario, era inapelable.
Ya había vendido hasta el agua de los floreros y los floreros también. Comenzó a pensar que la cuota de Juan era escasa y que por eso no le alcanzaba. Un par de amigas ladinas y envidiosas alimentaron esta intención de Alicia y allí marchó ella, con más dudas que certezas, hacia el estudio del doctor Cuervo. Su intención era pedir un aumento de la cuota alimentaria.
Sorprendentemente, la sala de espera del estudio del doctor Cuervo estaba vacía. Alicia aparecía como única víctima a la vista y rápidamente el secretario del letrado la hizo pasar, sin titubear.
-¡Hola, mi querida Alicia! -exclamó el doctor Cuervo.
-Y..bien, doctor -contestó tímidamente Alicia.
-Qué gusto verla, sus hijos, todos bien seguro -añadió Cuervo-. ¿En qué puedo ayudarla, mi querida amiga?
-Mire, Juan me pasa alimentos pero no me alcanza, doctor.
-Llega un momento en que nada es suficiente. ¡Esta maldita inflación!
-Eso, doctor. La inflación, eso.
-Y usted pretende un aumento en la cuota, ¿no? -preguntó el Dr. Cuervo.
-Sí, doctor, si se puede.
-¿Cómo no se va a poder? Mi querida Alicia, usted merece lo mejor y lo tendrá. No lo dude.
-¿Y cuánto puedo pedir, doctor?
-Mire, Alicia, usted tiene el legítimo derecho que le aguardan la doctrina y urisprudencia, además de la ley, de mantener el mismo nivel de vida que disfrutaba cuando estaba unida en matrimonio con Juan.
-¿Y cuánto es eso? -pregunta Alicia.
-¿Cuánto le pasa Juan?
-Tres mil pesos, doctor. Además paga los impuestos y el seguro del auto.
-Alicia, no dude que a usted le corresponde no menos de un veinte por ciento más.
-¿Y eso cuánto es doctor?
-Mil pesos más, Alicia. Esto es cuatro mil pesos por mes.
-¿Y cuánto me cobra usted, doctor?
-Nada, Alicia. Esto es gratis, gentileza del doctor Cuervo. Espéreme un segundo que me firma el escrito y nos vemos.
En minutos el escrito de aumento de cuota alimentaria estuvo listo. Alicia lo firmó y marchó sin culpa a jugar veinte pesos que le había pedido a un verdulero amigo para pagar la luz que no debía.
El doctor Cuervo era eficiente en su trabajo. En un abrir y cerrar de ojos, Juan se encontró con una demanda que debía contestar por aumento de los alimentos. Contrató al doctor Carancho.
-No se preocupe, mi amigo -le dijo Carancho a Juan-. En diez días está todo resuelto. Pase mañana a firmar la contestación.
-¿No hay una audiencia antes, doctor Carancho, para ver si podemos arreglarnos?
-Sí, pero la obviaremos. En esto hay que ser firme. Usted no debe nada.
Siguieron los trámites, testigos, informes de salarios de Juan, asistente social, etcéteras. Los abogados alegaron y el expediente estuvo listo para dictar sentencia. La jueza se pronunció en favor de Alicia fijándole una cuota de cuatro mil pesos por mes, con más la de cien mil pesos en concepto de alimentos atrasados y setecientos mil pesos en concepto de intereses y actualización monetaria sobre el capital debido. Fijó en doscientos mil pesos los honorarios del doctor Cuervo y cien mil los correspondientes al doctor Carancho.
Esa tarde, Alicia acudió llorando al estudio del doctor Cuervo que la hizo pasar de inmediato para no atemorizar a las otras víctimas que aguardaban en la sala de espera.
-¡Ganamos Alicia! ¡La felicito!
-¿Qué me felicita, doctor, cómo va a pagar Juan los trescientos mil pesos de honorarios con los intereses y no sé qué más?
-Mi querida Alicia, ese es problema de él, no suyo. Disfrute de su crédito.
-Pero doctor, Juan no gana esa plata, tiene un salario de seis mil pesos y me daba la mitad a mí. De bueno que era nomás.
-Pero tiene su casa, Alicia, y ya estamos iniciando lo trámites de remate, dice el doctor Cuervo.
-Pero doctor, ¡la mitad de esa casa es mía y era la herencia para nuestros hijos!
-¡Ah, Alicia! Ese no es mi problema. Yo y el doctor Carancho hicimos nuestro trabajo con profesionalidad y eficiencia y obviamente debemos cobrar.
-Pero, doctor, Juan y yo nos quedamos sin nada. Era lo único que le dejábamos a nuestros hijos.
-Alicia, no trate de hacerme sentir culpable. Usted me encargó un trabajo y lo hice a conciencia, sus dificultades no puede cargarlas en mi cuenta. Es injusto. ¡Sumamente injusto!
-Pero, doctor… ¡Usted y Carancho son dos turros! ¡Ustedes sabían!
-No insulte, Alicia. ¡Retírese! Resuelva sus problemas familiares con otro letrado. ¡Ni se le ocurra acudir a mi asesoramiento! ¡No pise más este estudio! ¡Nos vemos en el acto del remate! ¡Y no golpee la puerta al salir, que va a romper los vidrioooos!

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