La vida es un montón de sucesos aleatorios, de acontecimientos fortuitos y tenemos la soberbia de creer que nosotros somos sus dueños, que la manejamos según nuestra voluntad, poder o decisión. Con el transcurso inexorable del tiempo nos damos cuenta de la torpeza de nuestra inicial omnipotencia. De un día para el otro de la cumbre pasamos al fondo del pozo más profundo.
Nadie tiene el éxito asegurado, sólo el destino dirá en última instancia si aún con mucha pelea y habilidad para esquivar los malos ratos el último tercio no encontrará medianamente enteros, con algo de ganas, con una pizca de voluntad.
La vida de Jorge, amigo desde siempre, es un ejemplo claro de lo que acabo de decir.
En efecto, Jorge nació en cuna de oro y su vida inmediatamente posterior a sus primeros pasos una roja alfombra sin baches ni obstáculos. Un tipo más que pintón, elegía la mujer con la que saldría cada día, toda la plata del mundo, deportista, trabajador y buen tipo.
Multiplicó cien veces la fortuna de su padre; genial para todo pero especialmente para los negocios. Todo lo que tocaba se convertía en pura riqueza.
Amaba la naturaleza y la disfrutaba. Conocía los lugares más espectaculares del mundo, los escenarios únicos de la natura. Gozaba ampliamente de este paso por el mundo aunque su respeto estricto por los valores como el honor, la decencia y la honestidad le generaba más de un problema en el ambiente de avaricia y especulación en que debía moverse para concretar sus ambiciones.
Justamente sus enemigos -que eran muchos más que sus amigos- armaron una trampa para desacreditarlo.
Un día apareció en los diarios nacionales y locales que, según fuentes bien informadas, la enorme fortuna de Jorge no tenía como fundamento su habilidad para los negocios sino la fabricación y tráfico de droga en todos los países del mundo. Decían que se aprovechaba de la pobreza de los más vulnerables. Que tenía legiones de esclavos viviendo en condiciones infrahumanas en galpones donde se producían, almacenaban fraccionaban y vendían a gran escala todas las drogas duras como la cocaína, heroína, ácido.
Denuncias múltiples, cientos de testigos, tribunales complacientes con los enemigos de Jorge, pago de coimas, una gran trama de desprestigio que poco a poco fue teniendo éxito. Las acciones de las empresas de Jorge caían en picada. Un par de mujeres importantes ligadas con la prostitución resaltaron el protagonismo de Jorge en la trata de mujeres y niños y el tráfico de armas.
En poco más de dos años Jorge estaba destrozado económica y anímicamente. Le acercaron un dama de aspecto angelical que lo introdujo en el consumo de alcohol y estupefacientes. La degradación total estaba a un paso: nadie quería escuchar hablar de él, darle una mano, retribuir la antigua generosidad de Jorge. La venta de sus últimos bienes importantes y la inversión de su producido fue la estocada final.
Una noche llegó a su mansión, que ya no era de él, buscando a María, la angelical damita que sus enemigos le habían obsequiado. Una breve misiva sobre la mesa del comedor le decía que había marchado, que no la buscara.
Totalmente borracho tomo una botella de whisky, ganó la calle y sus pasos se dirigieron hacia las vías del tren. Se sentó en un viejo paredón que lo había albergado en su niñez, cuando se escapaba de sus rigurosos tutores y en su rostro se dibujaba una sonrisa al paso de los trenes, mágicos para su inquieta mente infantil.
A lo lejos apareció la luz del expreso de las 3.30. No dudó. Se sentó en cuclillas sobre unos durmientes mirando la luz que se acercaba. Con ansiedad bebió el alcohol que había llevado para la ocasión.
La botella vacía, portando el que debió ser su último trago no abandonó la mano de Jorge cuando la luz de la poderosa locomotora coincidió con su destino.
destino
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Interesante... invita a la reflexión.
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