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mi vieja

Eran las tres y veinte, apenas había podido dormir. El viaje de Neuquén a Buenos Aires de un tirón me había excitado. Me levanté recién amaneciendo. Busqué la parte más profunda de la vieja casona.
El perfume de las rosas y jazmines del jardín del hogar me recibió generoso y acogedor. Seguí hasta el final y bajo el preciado duraznero, en la mesa del mate mañanero, mi vieja esperándome.
- ¿Qué tal hijo? No pudiste dormir, seguro.
- No, para nada. El viaje, tardo en relajarme.
- Sabía ¡te conozco! ¡Siempre pensando, siempre preocupado!
- No, estoy bien. Todo tranquilo ¿Y vos?
- ¡Bárbara! tomá el mate antes de que se te enfríe.
- Te digo la verdad. Sí, estoy preocupado. La tuya va a ser una operación sin sentido.
- Vos vas a saber más que los médicos. Es de rutina, para ver si todo está bien.
- No, no sé más que los médicos. Pero no pasaron ni diez días de la última operación. Tenés que recuperarte.
- Estoy cansada. Voy hoy y después te voy a visitar a Neuquén.
- ¡Qué cabeza dura! ¡Hacéme caso, no te operes!
- Ya tomé la decisión y no la voy a cambiar. Mejor vamos a dar una vuelta con el auto.
- Bueno, vieja. ¿Dónde querés ir?
- A Italia Chica, al barrio donde nací, donde crecí, donde están todos mis recuerdos juveniles. ¡Te quiero mostrar algo!
- ¡Ah, la viejita con secretos! ¡Vamos a Italia Chica!.

En el largo pasillo que hacía de vía de salida de la casa, la vieja fue acariciando una a una las nomeolvides, los malvones y las margaritas: todas las queridas flores que vestían sus macetas.
Subimos al auto y en diez minutos estábamos en Italia Chica. A las ocho de la mañana, la larga calle donde había nacido mi madre estaba desierta. Caminamos lentamente, los ojos de la vieja se fijaban en cada detalle. Llegamos a la vereda de la última casa. El cemento imitaba baldosones y mi madre me señala un lugar junto a la casa. Me fijo y allí un par de manos bien marcadas que quedaron eternizadas al consolidarse el material fresco y debajo una inscripción: "Ningo".
- Esa travesura la hice yo apenas naciste -dice mi madre- cuando vine a mostrarte a mi papá y mis hermanos y decidí dejar para la eternidad mis manos y el nombre de juguete que te inventé en el hospital.
- ¿Y de dónde lo sacaste?
- Lo repetía una y mil veces una señora paraguaya que estaba en la cama junto a la mía. Me pareció que tenía música, que era distinto, me gustó y a partir de ahí fuiste Ningo. Mi hijo querido.
- ¿Y por qué no lo dijiste antes?
- Era mi secreto, como esta foto de cuando eras bebé que me va a acompañar en el quirófano.
La vieja saca de un bolsillo de su vestido una foto impecable de un Ningo bebé y sonriente. La abracé con fuerza, la voz quebrada.
-¡Vieja querida! ¡Tranquì, todo está bien, no va a pasar nada!
Volvimos a casa, se cambió y en una silla de ruedas la llevaron a la ambulancia. Se despidió con una inmensa sonrisa mientras me mostraba la foto de su bebé tan amado.
Subí al auto para seguir la ambulancia, cerré los ojos y no pude dejar de llorar.

El teléfono y su sonido insistencia me despiertan. Miro el reloj, son las tres y veinte de la mañana, salto de la cama y levanto el tubo.
-Hola, ¿quién habla?
-¿Ningo?
- Sí, sí.
- Rodolfo, pibe, de Buenos Aires. Es por tu vieja. Se descompuso y la operaron de urgencia.
- ¿Y, Roli? ¡Qué pasó!
- Herminia murió, viejo. El corazón de tu vieja no aguantó.
El viaje de Neuquén a Buenos Aires fue el fin de los días felices. La foto que mi querida vieja llevó al quirófano, esa de su bebe sonriente, la tiene consigo. En miles de sueños, con esa inmensa sonrisa de la despedida, me la muestra, la besa y con ternura infinita la apoya sobre su corazón.

4 comentarios:

  1. Ningo... no sé si es un relato real o un cuento de fantasía, pero me hiciste emocionar. A todos más o menos nos pasó algo así y este cuento golpea en lo más profundo de nuestros sentimientos, precisamente en la relación con nuestros padres en esas horas tan extrañas e incomprensibles en que la muerte se los lleva. Durísimo el cuento, imposible que no se te humedezcan los ojos, bien relatado, hermoso final.

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  2. no quiero ni estoy de acuerdo con Hugote...Prefiero los finales con traveling circular, atardecer y beso...
    Ningo...tus cuentos me ponen triste...
    Delia, vos qué pensas?

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  3. Respuesta a "Gra": no nos conocemos pero coincidimos en el amor por la literatura ¿verdad?. Yo prefiero los cuentos de humor, me gustan mucho más, pero tal vez los tristes me lleguen menos que a vos. Se me ocurre pensar que tenés una tristeza propia y te digo desde mis muchos años que todo pasa, todo pasa.

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  4. si, Delia, creo que seguro coincidimos por el amor a la literatura.
    Gracias por tus consejos, Delia. Sabré acordarmelos cuando me de el 'spleen'...ya que vos me haras pensar mas en el 'ideal' ("Quand le ciel bas et lourd pèse comme un couvercle [...et.. ]qu' il nous verse un jour noir plus triste que les nuits...")

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