Las comisarías y los juzgados se ven atosigados de denuncias de abuso sexual. Es un fenómeno incontrolable en tanto el delito se concreta sin un patrón fijo, afecta todas las clases sociales y se da en las circunstancias más inverosímiles. Las victimas puedes ser jóvenes o personas maduras, adquiriendo así los más variados matices todo lo cual dificulta la investigación del hecho y la determinación de sus autores.
Jorge y Raúl comentaban espantados la violación de una joven vecina del barrio. Había llegado de su pueblo natal en el interior del país a estudiar abogacía en la gran ciudad. Simpática, siempre una sonrisa en los labios, aspecto de niña recién egresada de la primaria. La vida le sonreía, había conseguido un buen trabajo de secretaria en una empresa importante y con su salario y la ayuda de sus padres podía pagarse el alquilar del departamento, cubrir sus necesidades y estudiar.
Las versiones decían que había pedido una pizza para cenar, que tocaron el timbre de su portero eléctrico anunciándole la llegada del pedido, que dio acceso al dependiente, que cuando golpearon en su departamento abrió descuidada con la plata justa para pagar. Allí el atacante empujó con fuerza la puerta que cerró tras de si. Con rapidez colocó una enorme cinta plástica en la boca de Daniela, le arrancó la ropa, la ultrajó ferozmente, con extrema violencia; fue golpeada, tajeada, atormentada hasta llegar al desmayo. Al culminar su acción el delincuente escapó del departamento dejando la puerta abierta y se supone que ganó la calle como un residente más del edificio, sin que nadie lo advirtiera.
Mientras Jorge y Raúl conversaban sobre el tema en una mesa ubicada sobre la vereda de la confitería "Las Flores", un par de móviles policiales frenaron sobre el cordón de la vereda, lo levantaron a Jorge de la silla con violencia y lo esposaron para introducirlo en el patrullero.
Raúl, sin entender qué sucedía, se subió a su auto, aceleró y fue tras los móviles policiales que llevaban a su mejor amigo.
Las patrullas y el auto de Raúl llegaron juntos a la sede de la comisaría local. Raúl apreció que se ejercía violencia sobre Jorge. Desesperado se lanzó sobre los policías.
-¡Déjenlo! ¡Él no hizo nada! ¡Es mi amigo! ¡Trabajamos juntos, tenemos un taller mecánico, lo conozco de toda la vida! ¡No le peguen!
-¡Ándate! -le gritó enloquecido el jefe de la comisión policial-. Este tipo -refiriéndose a Jorge- fue el que violó a la piba del piso octavo.
-¡Ustedes están locos! ¡Jorge es el tipo más manso del mundo! ¡No sabe qué es una mujer!
-Mire, tengo tres testigos vecinos del edificio que lo vieron entrar con la pizza: el portero que le abrió la puerta del ascensor, el hermano del portero y otro que lo vio salir.
-¡Pero no es así! -exclamaba Raúl- ¡ Jorge tiene una moto pequeña con la que hace changas entregando los pedido de pizzas para el negocio "
No hubo caso, Jorge fue sometido a rueda de reconocimientos. Todos coincidieron en que el flaquito de pelo largo y de ojos celestes, era el pibe que entró con la pizza y que más tarde lo vieron salir sin que pudieran precisar el tiempo en que permaneció en el edificio.
Raúl, seguro que Jorge no había tenido nada que ver habló con el jefe de la comisaría y el Juez a cargo. Pidió que lo dejaran en un calabozo en solitario para que no lo atacaran lo otros detenidos. El Juez aceptó el comisario cuidó que la orden se cumpliera. Mientras tanto se extrajeron muestras de ADN y se aguardaba que Dniela se recuperara para proceder al reconocimiento.
El ADN dio negativo y ya restablecida Daniela negó contundentemente que el violador hubiese sido Jorge.
Ya repuesta,se procedió a tomarle declaración a Daniela en la sede del juzgado. Allí destacó que recibió la pizza de mano de Jorge, le pagó, y que como estaba muy caliente la caja, se dio vuelta para colocarla sobre la mesada. Al ir a cerrar se introdujo un hombre alto, fornido, con una capucha negra que le pegó un golpe en plena cara , le rompió la ropa, le dio puñetazos, la cortó, la violó. En la lucha Daniela había logrado arrancarle parte de la capucha a su atacante, remarcando que si lo viera podría reconocerlo sin duda.
Se hizo un dibujo del atacante y Daniela fue un largo tiempo a su pueblo natal a reponerse.
A pesar de seguirse todas las pistas que aparecían a los ojos de los investigadores, la frustración fue el resultado de rigor. Daniela, abusada brutalmente, volvió a los seis meses. Bajó del taxi que la llevó hasta su departamento y al darse vuelta vió al individuo que la había abusado subiendo unas valijas en un automóvil.
Sin desesperarse, sabiendo que a la vuelta había un móvil policial que estaba permanentemente de custodia en el consulado de Francia, corrió hacia él.
Tocó la ventana del conductor y le dijo:
-Agente, en la esquina está el tipo que me violó hace seis meses.
Los dos policías que estaban en el vehiculo bajaron y detuvieron al sujeto en el mismo instante que el portero corría hacia la patrulla gritando:
-¡Ese es mi hermano! ¡Déjenlo! ¡Me está visitando! ¡Miguel, hermano, voy con vos!
Los policías accedieron y el portero, Juan, acompañó a su hermano a la sede policial. Inmediatamente llegaron también Daniela y el Juez.
Daniela no dudo en reconocerlo. Se adoptaron las medidas de rigor. Se extrajo ADN que dio resultado positivo. En la audiencia de juicio, Miguel no quiso declarar. Al final del debate, al otorgársele la palabra, dijo:
-La piba me provocaba. Mañana, tarde y noche no hacía más que sonreírme con picardía… Ella me buscó, me sedujo, me provocó.
El tribunal le aplicó veinte años de prisión. En sus largas jornadas de encierro, Miguel repetía una y otra vez "La piba me provocó" "La piba me provocó" la piba…
Hoy, en el pabellón psiquiátrico de la unidad carcelaria, no deja un instante de reiterar su demencial interpretación de la franca sonrisa de Daniela.
abuso brutal
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Terrible la historia pero muy bien relatada.
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