Mario llegó molido del trabajo. Abrió la heladera, el olor denso de comestibles de todo tipo y de cualquier tiempo lo mareó. La cerró, se repuso, volvió a abrirla y a duras penas rescató de esa especie de morgue alimenticia un churrasco de aspecto dudoso y un huevo que según la caja que lo contenía había vencido hacía una semana.
Una caja de vino tinto (una manera de decir) acompañaría su cena. La llamó “churrasco completo a la red wine”. El olor nauseabundo de la comida y el sabor agrio del vino le daban a su juicio un toque exótico a la cena. En instantes el plato limpio y el vaso sin restos de red wine abrían la puerta a un sueño pesado y con reproches.
Así fue, le costó dormirse, cuando lo logró fue despertado irreverentemente por sonoros ronquidos. Pensó que debía ser más cuidadoso en su comida nocturna no podía ser que las secuelas de su intoxicación de cada noche lo llevara a ese punto. Volvió a sus sueños terribles y nuevamente el sonido incesante de los ronquidos. Ahí cayó en la cuenta de que su menjunje no era el responsable de sus dificultades; en efecto, a su lado durmiendo plácida y profundamente una bellísima morocha vestida como dios la trajo al mundo, de piel mate y un cuerpo de aquellos.
Se asombró, se excitó, le murmuró al oído:
-¿Quién sos?
La morocha infartarte abrió sus ojos verdes como el mar y un susurro seductor le dijo:
-Hola, amorcito. Soy Solange.
Amorcito, Solange. Mario además de no entender nada caminaba por las paredes.
-¿Y qué hacés aquí, Solange?
-Soy tu fantasmita de la guarda, bombón.
-Discúlpeme, señorita -dijo Mario- ¿Cual es su función?
-Que estés acompañado, papito. Que no duermas solito.
-¿Ese combo que incluye? -preguntó Mario.
-¡Lo que quieras! -exclamó Solange ya despabilada.
-¿Podemos...esteee...vos sabes...tener algo...me entendés?
-¡Vos querés sexo! -exclamó entusiasmada Solange.
-Bueno, sí -afirmó casi con vergüenza Mario.
- Por supuesto, bonito, pero mis jefes me pidieron que te dijera que el sexo te iba a salir algo caro.
-¿Cuánto? ¡Pago lo que sea! -ratificó canchero Mario.
-No sé, cosita. Mis jefes te dirán.
-Bueno, cualquiera sea el precio siempre será barato. ¡No sabes cuánto tiempo! ¡Y sos tan linda!
-Y vos también querido -dijo Solange mientras besaba a Mario con pasión.
Mario se estremeció, acarició la suave piel de Solange y el amor reinó toda la noche en plenitud.
Casi llegando la mañana, Mario se despertó. Miró a su lado y Solange no estaba. Sobre la almohada una nota que decía: “Fué una gran noche, suerte, Solange”.
-¡Vamos todavía! -gritó-. Le plantearé a sus jefes que la destinen como mi fantasmita de la guarda perpetua.
Esa noche nuevamente volvió del trabajo muerto. En la puerta los esperaba un individuo luciendo un impecable traje de marca relevante, camisa blanca de seda igual que la corbata y un portafolio en la mano derecha.
-Buenas Noches, soy Carlos. Lo estaba esperando.
-Buenas noches -contestó Mario-. Usted dirá.
-Mejor charlemos dentro de la casa -dijo Carlos.
-Adelante, amigo. Siéntese en el sillón que le guste y en seguida estaré con usted.
Luego de deshacerse del saco y lavarse cuidadosamente las manos, Mario le pregunta a Carlos sobre el motivo de la visita.
-Anoche tuvo la visita de Solange, ¿la recuerda?
-¡Cómo olvidarla! ¡Una mujer maravillosa!
-Bueno, yo represento a la compañía en que trabaja Solange, "Fantasmitas de la guarda".
-¡Ah, si! ¡Fantástico, Solange me avisó que usted vendría! ¡Desde ya deseo suscribirme!
-Bueno, esto va a resultar sencillo. Un servicio como el de anoche tiene un costo de dos mil dólares mensuales, pagaderos de uno al cinco de cada mes, garantizándole un fantasmita distinto cada noche.
-¡Me parece justo! -exclamó Mario-. ¡Firmemos el contrato y comenzamos desde esta misma noche!
-¡Como usted diga, Mario! El cliente decide el principio y el fin del contrato. De todas maneras, como la compañía cuida al cliente, apreciando que usted tiene sesenta y tres años de edad y que utiliza sin reparos la pastilla celeste, le aconsejo que suscriba el servicio que le brinda dos fantasmitas por semana y que es mucho más económico.
-De ninguna manera, mi salud es irreprochable y la pastillita celeste no me afecta de manera alguna -reclamó Mario-. Por eso, hagamos el contrato más oneroso, de una fantasmita todas las noches de la semana. Necesito mucho resguardo.
-Usted sabe y decide -respondió Carlos mientras suscribía el contrato con Mario y este abonaba los primeros dos mil dólares.
Esa noche lo despertó suavemente Mariela, una rubia espectacular que lo mantuvo despierto hasta el amanecer.
El contrato se cumplía rigurosamente y las fantasmitas de la guarda eran bellísimas, pero el vendedor tenía razón. A Mario la edad le jugaba en contra. La pasión de las fantasmitas y la falta de descanso adecuado fueron minando su salud.
A pesar de ello se negaba rotundamente a racionalizar el servicio y continuó con el convenio sin cambios. Solange era su fantasmita preferida. Una hermosa toda pasión.
Mario planeó una noche especial con la bella. En esa ocasión no puso límites a la pastilla celeste; el mejor champagne y todo el amor.
Cuando Solange marchó, Mario la acompañó hasta la puerta de entrada. Volvió a la cama y se acostó con una amplia sonrisa de satisfacción en los labios, sin hacer caso al intenso dolor en su pecho que ponía de manifiesto que su corazón, hecho trizas por el amoroso trajín, dejaba de ser.
fantasmitas de la guarda
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Rubias, morochas...
ResponderEliminarNingo, mandate uno con una pelirroja, las prefiero...
Muy bueno! pero... aflojá con las autobiografías! Ningo, te deschavaste..! jaja, me hacés reir...
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