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duda razonable

Mariela vivía con su compañero y el pequeño hijo de ambos en un milagro de tierra fértil en medio del desierto. El lugar le había permitido armarse una precaria vivienda con unas pocas chapas y, lo más importante, una austera granja donde media docena de gallinas, una vaca que cumplía su misión a pesar de los años y la alimentación escasa, y una huerta nutrida, siempre verde gracias al agua que le proveía el canalito que a fuerza de pico y pala había logrado hacer de un lánguido arroyo que pasaba a poco más de un kilómetro.
Trabajo desde temprano para Mariela, sin quejas hasta casi entrada la noche.
El lado gris de su vida era su compañero, Jorge, alcohólico crónico, violador y golpeador sin límites.
Mil veces Mariela fue a la comisaría del pueblo llena de golpes, con huesos quebrados, ultrajada, a denunciar el maltrato de Jorge. Ninguna respuesta, a más denuncias más tremenda era la agresión.
Una noche Jorge llegó pasado de borracho. Le pegó a Mariela hasta cansarse, la violó mal, terminando su tarea rompiéndole una botella de vino vacía en la cabeza.
Riéndose de semejante desatino se tiró en la cama y se durmió en un momento.
Mariela se dijo que era la última vez. Fue a la parte trasera de la casa, se aseguró que la escopeta de dos caños estuviera cargada, se acercó al cuerpo de Jorge, apoyó la escopeta en su cara y sin decir una palabra disparó. El rostro de su compañero se hizo mil pedazos que se desperdigaron por toda la vivienda.
Dejó la escopeta, tomó a su hijo y caminando fue hasta la comisaría del pueblo. Al llegar el agente de turno le preguntó que estaba haciendo por ahí a esa hora.
-El Jorge está muerto -dijo Mariela.
Nadie logró que explicara lo sucedido. Una comisión policial se acercó a su casa. Se encontraron con el cuerpo de Jorge tendido en la cama; su rostro había desaparecido.
En pocas horas llegaron al lugar el juez penal, el secretario, el defensor y el fiscal.
Todos sabían del permanente maltrato de Jorge, de la impotencia de no haber podido proteger a Mariela, de la negativa de ella negativa a dejar su huerta y sus animalitos, de sus inútiles denuncias siempre demasiado tarde, siempre demasiado lejos. Sabían del sadismo de Jorge.
El Juez le tomó declaración a Mariela en presencia del Fiscal y el Defensor; el secretario anotaría lo que ella dijera.
-¿Qué pasó, Mariela? -le preguntó el Juez.
-Usted sabe, señor, el Jorge me pegaba mucho, me hacía de todo, hasta le pegaba al chico. Esta noche con el golpe de la botella algo se rompió en mi cabeza y le pegué con la escopeta.
-¿Está segura, Mariela, de que fue así? -interrogó el Juez.
-Y...sí señor -contestó Mariela confundida.
-¿No será que al Jorge, jugando con la escopeta, se le escapó un tiro en la cara?
-Y...no sé -dijo Mariela titubeando.
-¿Usted estaba conciente m'hija?
-Más o menos, no veía bien por la sangre y el botellazo, me pegaba contra las chapas.
-Es decir que no estaba consciente.
-Y...creo que no.
-O sea que no puede asegurar certeramente que pasó.
-Y...no sé, señor. Realmente no sé, estaba muy golpeada, como ciega.
- El disparo pudo haber sido un accidente.
-No sé, señor.
Dirigiéndose al Fiscal el Juez dice:
-Yo creo, señor Fiscal, que existe una duda razonable sobre la autoría del hecho. Quizás el occiso pudo haber accionado el arma y sin darse cuenta apretó el disparador cuando los dos caños estaban sobre su cara.
-Me parece la hipótesis más adecuada -dijo inmutable el Fiscal.
-¿Y usted qué opina? -preguntó el Juez al Defensor.
-Coincido con Su Señoría y el señor Fiscal. Claramente estamos bajo un lamentable accidente.
-Bueno -dijo el Juez-. Ya escuchó, señor Secretario. Consigne en el acta que constituidos en el lugar del hecho el Juez actuante, el señor Fiscal y el Defensor, se comprobó la muerte de Jorge Gutiérrez a consecuencia de un hecho accidental al accionar el occiso, en estado de ebriedad, el disparador del arma larga que manipulaba a consecuencia de lo cual se produjeron heridas mortales en el rostro. No se necesitan fotos. Acá no hay delito alguno, ha sido una muerte accidental. ¿Va a presentar algún tipo de recurso la fiscalía?
-No, doctor. Esta fiscalía no presentará recurso alguno. Ha sido un lamentable accidente.
-¿Y la defensa?
-Absolutamente de acuerdo, doctor, fue una autoagresión accidental provocada -sin duda- por el estado de ebriedad del occiso traducida en su torpeza al manejar el arma.
Acto seguido, los funcionarios judiciales firmaron el acta y le informaron a Mariela que la justicia no pudo determinar que ella fuera autora de alguna acción reprochable mientras en la camioneta policial, guardando las formas de estilo, marcharon los restos del finadito Jorge rumbo a la autopsia y posterior entierro en el cementerio municipal.
Mariela siguió su vida con su hijo, espantó a cualquier hombre que quiso acercarse y su gris realidad se convirtió en un pasar laborioso y apacible.

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