Hay jornadas que son absolutamente agotadoras, donde nos suceden mil imprevistos, cuando la mente se agota resolviendo las cuestiones más complejas, mientras el cansancio se convierte en un asunto integral y el cuerpo clama por esa cama blanda convertida en tibio y anhelado refugio.
Jorge culminó ese lunes destruido. Llegó a su departamento, se dirigió al dormitorio, se quitó la ropa -que fue a parar al destino que dispuso el azar-, se mezcló con las sábanas, tomó la autopista de los sueños y aceleró con destino a su bello mundo de ilusión.
Cuando una sonrisa de satisfacción se dibujaba en sus labios, siente que alguien lo llama por su nombre a la vez que lo toca en la espalda.
-Jorge, vamos, levantate, es hora de partir.
Jorge pensó que era un pequeño escollo con el que había topado camino a sus sueños y acomodó su cabeza sobre la almohada.
-Vamos, Jorge, estoy cansado. Hay que marchar, ya se está haciendo tarde.
Ante esta nueva interpelación, Jorge se da vuelta y al hacerlo se encuentra sentado en su cama a un hombre con inmensas ojeras, la tez amarilla como si estuviese padeciendo de una pancreatitis terminal, todas las arrugas del mundo se habían apoderado de su cara.
-¿Usted quién es? -preguntó asustado Jorge.
- No empecemos con el jueguito de las preguntas! ¡Eso me pone loco! -exclama el extraño.
-¡Qué loco ni loco! Esta es mi casa y yo a usted no lo conozco. Luego usted es un extraño que entró subrepticiamente a mi hogar con la intención de robarme o quiza pretendiendo algo peor.
-Acertaste, Jorge.
-Usted va a robarme -añadió Jorge.
-No, es algo peor.
-No me diga que va a golpearme o que intentará satisfacer sus bajos instintos
-No, nada de eso.
-¿Entonces qué? -interrogó Jorge.
-Entonces dejemos este estúpido diálogo y acompañame. Soy el representante de la muerte, el Parquero que ha venido a buscarte y estoy cansadísimo.
-¡Como va a ser la el representante de la muerte! Recién cumplí veintiséis años, tengo un estado físico perfecto, acabo de hacerme un chequeo y el médico me dijo que todo estaba bien.
-Tu médico es un mentiroso o un ignorante. Acabas de sufrir un infarto masivo y tu vida fue.
-Discúlpeme, señor, con todo el respeto que me merece, a mi no me agarró nada. Compruebe mi pulso, el ritmo de mi corazón, esta vuelta carnero no la puede hacer ningún fiambre.
El Parquero lo mira detenidamente a Jorge, sorprendido por la espectacular vuelta carnero que realizó sobre la cama. Saca una libreta de apuntes, llena de nombres y fechas y pregunta.
-¿Usted es Jorge Morel?
-No, señor. Yo soy Jorge Martinez.
-¡No puede ser! ¡No puede ser! Era el último y a la cama y ¡me equivoco! -se lamentó el Parquero mientras un lagrimón se escapaba de sus ojos rojos y hundidos.
-Bueno, señor , no se ponga así, un error lo tiene cualquiera.
-No, esto no puede ser. ¡Es la quinta vez que me pasa en la semana! ¡Es el mobbing! ¡Mis jefes me están volviendo loco!
-¿Qué es eso del mobbing? -pregunta jorge.
- Hostigamiento laboral. ¡Esos avaros de los de arriba, cada vez me dan más trabajo! Suprimieron la oficina de muertes violentas y triplicaron mi responsabilidad. Todavía me quedan dos años para jubilarme.
-Mi amigo, yo creo que usted ha pasado la edad jubilatoria.
-No, los Parqueros nos jubilamos a los doscientos años y yo recién cumplí ciento noventa y ocho. ¡Ay, que cansado que estoy! ¡Encima se me pinchó una rueda del parcamovil que estacioné abajo y no tengo herramientas ni fuerzas para cambiarla.
Jorge miró piadosamente a esa masa informe, amarillenta, llena de arrugas, con pelo ralo, lloriqueando. Haciendo gala de su natural generosidad le dice:
-Mire, yo puedo irme a dormir a la casa de mi novia. Tome mi cama, descanse. Con un amigo le arreglamos la rueda del parcamovil y cuando esté repuesto vuelva a su trajín. Cuando se vaya deje las llaves debajo de la alfombra.
-¿Usted haría eso por mí? -interroga el Parquero.
-Por supuesto. Descanse. Yo me encargo de todo.
-¡No sabe cuánto le agradezco!
-No es nada, adiós y suerte -se despide Jorge.
Con su amigo Manuel cambia el neumático averiado del parcamovil, y se llega hasta la casa de su novia Julieta.
-¿Qué hacés a esta hora aquí, Jorge? ¡Son las dos de la mañana! –apunta Julieta
-Tuve un impulso irrefrenable por verte, mi amor. ¡Quiero estar con vos hasta que la muerte nos separe!
La tibia cama de Julieta y la ternura de sus besos sepultaron en el olvido al Parquero y sus amarillentas arrugas. Temprano en la mañana Jorge volvió a su departamento. Debajo de la alfombra estaba la llave. Abrió la puerta y sobre la mesa del living una nota: “Estimado Jorge: Gracias por la hospitalidad. Consulté mis anotaciones y tendrás una larga y dichosa vida. Perdón por el error. Un abrazo. El Parquero”.
che, Ningo, muy bueno !
ResponderEliminarFinal feliz inesperado. Por fin uno que no gana la Parca!
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