Las cosas buenas que pretendemos en la vida van adquiriendo en el diario transcurrir una calificación diferente acorde con el avance de nuestras expectativas y el transcurso del tiempo.
Así en la adolescencia nuestras intenciones a futuro son berretines, parientes previos y casi marginales de las ilusiones que guían nuestros pasos en la juventud y que sin prisa pero sin pausa nos van llevando a los sueños vagabundos que acariciamos en la edad adulta y que al topar con el último tercio se transforman en inquietud que nos insta a pelear por las grandes causas.
Horacio de mocoso vivió el berretín de María. Única, morocha, pollera gris, blazer azul, estallido de picardía, el mar, la arena.
Gran momento, los buenos tiempos, los días felices esos que nunca pasan que permanecen intactos en el corazón.
Noches interminables, días gloriosos, plenos de sol y celeste cielo, amistades para toda la vida, el beso robado atrevidamente, el inolvidable primer contacto con el amor y María.
El transcurrir, jornadas tras jornadas, imperceptible, no contadas, el tiempo que fluye cual agua entre los dedos y la juventud que se hace presente con su bagaje de sueños y María.
Insolente el gris, el grito, la represión, ideales que no se dan por vencidos, que son pisoteados, arrojados al río, búsquedas que terminan en un encuentro con el golpe artero, con la agresión sin sentido, con la amenaza, con la muerte con la perdida, sin María.
El fin de la locura, la sensatez, los hijos, la justicia, la ceguera, el derecho, la vida en familia, domingos de asado, guitarras, amigos y canciones, sueños vagabundos que nos acarician cada día, esperanzas de un buen futuro, trabajo sin pausa, obstinación por los valores, risas, plenitud, todo es posible. Rey del mundo, sin María.
El pelo se tiñe de gris, torna blanco, pelea por las grandes causas, solitario, insistente, afán de ganar a cualquier precio, renovada juventud, el mar, la arena y al fin María.
Los verdores renacen aunque a veces se hagan esperar.
Así en la adolescencia nuestras intenciones a futuro son berretines, parientes previos y casi marginales de las ilusiones que guían nuestros pasos en la juventud y que sin prisa pero sin pausa nos van llevando a los sueños vagabundos que acariciamos en la edad adulta y que al topar con el último tercio se transforman en inquietud que nos insta a pelear por las grandes causas.
Horacio de mocoso vivió el berretín de María. Única, morocha, pollera gris, blazer azul, estallido de picardía, el mar, la arena.
Gran momento, los buenos tiempos, los días felices esos que nunca pasan que permanecen intactos en el corazón.
Noches interminables, días gloriosos, plenos de sol y celeste cielo, amistades para toda la vida, el beso robado atrevidamente, el inolvidable primer contacto con el amor y María.
El transcurrir, jornadas tras jornadas, imperceptible, no contadas, el tiempo que fluye cual agua entre los dedos y la juventud que se hace presente con su bagaje de sueños y María.
Insolente el gris, el grito, la represión, ideales que no se dan por vencidos, que son pisoteados, arrojados al río, búsquedas que terminan en un encuentro con el golpe artero, con la agresión sin sentido, con la amenaza, con la muerte con la perdida, sin María.
El fin de la locura, la sensatez, los hijos, la justicia, la ceguera, el derecho, la vida en familia, domingos de asado, guitarras, amigos y canciones, sueños vagabundos que nos acarician cada día, esperanzas de un buen futuro, trabajo sin pausa, obstinación por los valores, risas, plenitud, todo es posible. Rey del mundo, sin María.
El pelo se tiñe de gris, torna blanco, pelea por las grandes causas, solitario, insistente, afán de ganar a cualquier precio, renovada juventud, el mar, la arena y al fin María.
Los verdores renacen aunque a veces se hagan esperar.
che, Ningo!! qué pasa? pensé que no existias mas !! no ponés mas nada en tu blog ?? Entré varias veces y....nada...
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